jueves, 27 de noviembre de 2008

Arequipa y el valle del Colca.

Nuestra última etapa en Perú fue Arequipa y el valle del Colca. Llegamos a la ciudad a las cinco de la mañana de un domingo y la gente seguía de juerga en la calle. Cualquiera diría que estábamos en España! Después de un sueñecito, vimos que el jolgorio continuaba porque había un desfile de comparsas en la Plaza de Armas.


Desfile en la Plaza de Armas

Dedicamos la mañana a visitar el Monasterio de Santa Catalina. Allí vimos cómo el monasterio había funcionado como una auténtica ciudad dentro de sus propias murallas. Tenía sus calles, sus lavaderos, iglesias e incluso cocinas.

Monasterio de Santa Catalina

Una de las múltiples cocinas del monasterios

Un día fue suficiente en Arequipa y de ahí fuimos en autobús hasta Chivay, en el valle del Colca. Esa tarde la dedicamos a visitar Yanque, un pueblo del valle a unos 10 kilómetros de Chivay. Allí conocimos a Félix, un chabal de 12 años que nos hizo una ruta para enseñarnos la zona y nos contó un montón de cosas muy interesantes sobre su pueblo. Tras recoger alguna información decidimos seguir visitando el valle por nuestra cuenta y bajar hasta el fondo del cañón al día siguiente. A las 9 de la mañana del día siguiente llegamos al mirador de la cruz del Cóndor y allí disfrutamos de una auténtica exhibición por parte de los cóndores de unos 45 minutos. De ahí fuimos a Cabanaconde en "colectivo" y allí empezamos el descenso al fondo del cañón.

Tardamos casi tres horas porque la bajada fue bastante incómoda y hacía muchísimo calor. Aquello era un auténtico desierto y no corría ni gota de aire.

nuestro objetivo estaba al fondo del cañón

Y este fue el premio a nuestros esfuerzos. Pero a pesar de lo chula que parece la piscina no os podéis imaginar lo "básico" que era el alojamiento! Nada de luz eléctrica, ni agua corriente! Dormimos en una cabaña de adobe con una puerta de caña y con un agujero por ventana. Eso sí comimos un rancho estupendo a base de sopa y pasta a la luz de las velas.

Lo mejor de todo fue que a la mañana siguiente hicimos la subida a lomos de unas mulas. Salimos a las 4 de la mañana y fue una experiencia impresionante subir a oscuras a lomos de estos bichos y ver como amanecía en el cañón. Nuestro mulero resultó ser Julián, el presidente de los muleros, y nos contó un montón de cosas mientras subíamos.

Llegamos a tiempo de coger el autobús de las 7 de la mañana y el resto del día lo pasamos en varios autobús para llegar a Tacna, último pueblo antes de volver a cruzar la frontera hacia Chile.

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